Estoy vivo. Santosha.

12 de la mañana de domingo electoral. Me disponía a ir a Salamanca a pasar unos días con mi hijo y familia. Todavía no había entrado en la A-6 cuando en una incorporación a la autovía, a la velocidad autorizada, que serían 70km/h, y en plena recta, mi moto perdió el control. Sin motivo aparente el manillar dio dos bandazos a ambos lados, y sin entender que pasaba,  como si estuviera montado en un toro mecánico enloquecido, acabamos los dos dando un planchazo en el asfalto. Me levanté en cuanto paré de arañarme contra el suelo y me eché al arcén para que no me pillaran los coches que venían detrás nuestro. Pararon varios vehículos para ver que había pasado y entre varios conductores retiraron el bisonte herido del tráfico. El jinete no estaba grave, pero no podía ponerse en pie.

Aunque sabía que no me había roto nada estaba afectado por el impacto y sobre todo por lo inesperado del accidente. No había motivo aparente y sin embargo, de una sacudida súbita estaba de bruces contra el suelo. Cuando estás haciendo una actividad de riesgo como ir en moto, uno siente que si procede con prudencia en aquellas cosas que están en su mano como la velocidad, distancias, etc…uno se aleja de la sombra amenazante del peligro. Pero cuando suceden cosas que están fuera de tu alcance uno se acojona bastante. Por lo visto fue un fallo mecánico de los frenos. Algo que no estaba en mi mano. No fue una temeridad por mi parte. Ni una curva mal cogida, ni un exceso de velocidad. Simplemente en ese paso, bajo aquel puente, una fuerza extraña nos tocó y caímos fulminados.

El procedimiento de asistencia para heridos de moto es efectivo y espectacular. Desde que los conductores que me ayudaron llamaron a la Guardia Civil y la ambulancia, hasta que me dieron el alta 7 horas más tarde en el Puerta de Hierro, todo funcionó a la perfección. Tengo que decir que el trato de todos los profesionales fue increíble. Estoy profundamente agradecido a todos.

Y aquí estoy. Con el tobillo como un tomate. Con muletas durante unos días y con la sensación de haber nacido. Entre tantas horas de sofá y pierna en alto, trato de preguntarme cuál puede ser el significado profundo de lo acontecido. Y la verdad, no lo encuentro.

Esto sucedió en un ramal de incorporación a poca velocidad, pero, ¿Qué hubiera pasado si hubiese sucedido cinco minutos antes o después, en plena autovía, a 120km/h? Cuando me viene esta pregunta a la cabeza, la posible respuesta me hace asomarme a un desconcertante vacío.

De repente entre mis cavilaciones, aparece mi pareja en el cuarto, paciente y enfermera. Y por un momento la miro, como la primera vez que la miré al conocernos. Y emocionado, le doy gracias a Dios por estar vivo.

Namaste

Pedro

pedro arce